Crear, asomarse a esa ventana espiritual que nos ha dado el mundo, no es más que aprender a acariciar lo humano, y ser más intuitivos. Nacer de nuevo al instinto, aprender a respirar más profundo, transformar la realidad para desenmascararla, convertir el silencio en grito. Ventilar la herida. Ser el bálsamo, el puente, la escalera, la barca, la nube. Ser las manos y el lienzo y luego el color, y luego las líneas, las formas y el paisaje, y ese nuevo mundo, ese nuevo rostro, ese nuevo fragmento de nosotros mismos. Multiplicarse, multiplicarse y ser apenas un instante en la historia del mundo.
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